John Steinbeck

Siempre hay que dejar una puerta abierta antes de la muerte.

Las grandes acciones marcan el destino, aunque probablemente ocurra lo mismo con cualquier acción, por insignificante que sea

cuando la gente es muy pobre, siempre tiene algo para dar, y ganas de hacerlo.

Ninguna historia nos afecta ni lo hará a menos que creamos en ella

El odio no puede vivir solo. Le es necesario el amor para que actúe a modo de gatillo, de acicate o de estimulante.

Tal vez no —respondió Lee—. Pero tiene que ser muy difícil vivir como una azucena vi

Pensé que podría escribir un poco en ruta, quizás ensayos, probablemente notas y con seguridad cartas. Llevé cuartillas, papel carbón, máquina de escribir, lápices, cuadernos. Y no solo eso, sino también diccionarios, una pequeña enciclopedia y una docena de libros de consulta más, bastante gruesos. Creo que nuestra capacidad de autoengaño es ilimitada. Sabía muy bien que raras veces tomo notas, y que si lo hago, o las pierdo o no puedo leerlas después. Sabía también, con treinta años de profesión, que no puedo escribir en el calor del momento. Tiene que fermentar. He de hacer lo que un amigo llama «darle vueltas» un tiempo hasta que baje

Es una flor de tallo largo? ¿Que parece una bocanada de humo coloreado? —preguntó él.

—Exacto. Qué forma tan bonita de describirlos

Nunca he podido acordarme bien de las Escrituras desde que leí un libro titulado La victoria de Barbara Worth.

No era fuerte y sufrido hasta ese punto. Eso casi me mató, y eso me salvó sin duda la vida.