TJ Klune

Era bastones de caramelo y piña, y épico y asombroso y también era mi hogar.

Kelly, yo…

Te amo más que a nada en este mundo.

Por favor, recuerda eso.

Sé que esto dolerá, y lo siento. Pero tengo que hacerlo.

Verás, había una vez un niño. Y era lo mejor que me había pasado en la vida. Me dio el coraje para defender mis creencias, para pelear por aquellos a quienes quiero. Me enseñó la fuerza del amor y la hermandad. Me hizo mejor persona.

Tú, Kelly.

Siempre tú.

Tú eres lo mejor que me ha pasado en la vida.

Eres mi primer recuerdo. Mamá te tenía en brazos, y yo te quería para mí, quería ocultarte para que nadie te lastimara.

Eres mi primer amor. Lo supe cuando sonreías cada vez que me veías, y era como mirar al sol.

Eres mi corazón.

Eres mi alma.

Amo a mamá. Me enseñó a ser amable.

Amo a papá. Me enseñó a ser un buen lobo.

Amo a Joe. Me enseñó que la fortaleza viene de dentro.

Pero tú eres mi mejor maestro. Porque contigo entendí la vida. Qué significa amar a alguien ciegamente y sin reservas. Tener un propósito. Tener esperanza. He sido hermano mayor la mayor parte de mi vida, y es lo mejor que podía ocurrirme.

Sin ti, no sería nada.

Sé que te enfadarás.

Pero espero que entiendas, al menos un poquito.

Porque tengo un agujero en el pecho.

Un vacío.

Y sé por qué.

Lo sé.

Es por él.

Tengo que encontrarlo, Kelly. Tengo que encontrarlo porque creo que, sin él, siempre habrá una parte de mí que se sienta incompleta.

Debería haberte escuchado más cuando Robbie no estaba.

Joe dijo:

“Cuando te encontré, pensé que eras el mundo entero”.

Él dijo, “te entregué mi lobo porque estaba hecho para ti”.

Él dijo, “cuando Jessie llegó a tu vida, se me rompió el corazón”.

Él dijo, “intenté que me agradara, lo prometo, lo hago y lo hice”.

Él dijo, “pero la odiaba. La odiaba demasiado”.

Él dijo, “cuando rompiste con ella, corrí al bosque y aullé a la luna”.

Él dijo, “y luego olí hombres en ti”.

Él dijo, “tenías su esencia y tuve que detenerme porque quería lastimarte”.

Él dijo, “quería decirte que esperaras”.

Él dijo, “quería decirte que lo que necesitabas era esperar por mí”.

Él dijo, “pero no pude. Porque no sería justo para ti”.

Él dijo, “y luego llegó Frankie y… no lo sé, jamás pensé…”.

Él dijo, “tú me confundías, me agraviabas. Eres maravilloso y hermoso, y a veces solo quisiera hincarte los dientes para verte sangrar. Quiero saber a qué sabes, quiero dejarte mis marcas en la piel y quiero cubrirte hasta que huelas como yo. No quiero que nadie vuelva a tocarte nunca más. Te quiero, a cada parte de ti. Quiero pedirte que rompas el lazo con Gordo porque me quema que estés enlazado a alguien más, quiero decirte que puedo ser una buena persona, quiero que sepas que lo soy, quiero convertirte, quiero que seas un lobo para que corramos entre los árboles, quiero que te quedes como humano para que nunca pierdas esa parte de ti. Si algo fuera a pasarte, si estuvieras a punto de morir, te convertiría porque no podría perderte jamás, no podría permitir que te vayas, no podría dejar que nada te aleje de mí, nunca”

Hombre, ser parte de una manada de lobos con mayoría de hombres debe ser una especie de buffet para los hombres gay.

Mamá siempre me dijo que cuando sucediera, lo sabría. No me pudo explicar cómo, exactamente, pero me dijo que sería una especie de luz. En mi cabeza y en mi pecho. Que las nubes se abrirían y que solo habría sol donde antes había sombra.

Lo que queda es un corazón roto, destrozado como cristal. Faltan trozos, y los que quedan no encajan como antes. Pero sigue latiendo, porque se le quite lo que se le quite, pierda lo que pierda, debe seguir. Eres un sobreviviente, Robbie. Y ni la magia puede quitarte eso.

Pensé que eso significaba ser hijo: creer en alguien con tanta fuerza que no ves sus fallas hasta el día en que son visibles.

“Escucha, Ox. Los monstruos
son reales. La magia es real.
El mundo es un lugar oscuro
y aterrador, y todo es real”

Tenía cuarenta años y pertenecía a una manada de perras entrometidas.

Una vez me dijo que las decisiones difíciles debían tomarse con la cabeza fría. Era la única manera de asegurarse de que fueran las correctas.