Carta de ruptura de Henry Miller a Anaïs Nin (Lee Agustín Rittano)

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El escritor estadounidense Henry Miller conoció a la francesa Anaïs Nin en París en 1931. El tenía 40 años. Y ella 28. La noche que se conocieron hablaron de psicología, filosofía y literatura. Se sedujeron y se hicieron amantes. Todo está contado en los libros que escribió la propia Nin. Exploraron la bohemia parisina y la gran libertad del período de entreguerras. En ese entonces, Miller estaba casado con la bailarina June Mansfield. Cuando Nin la conoció, quedó enamorada de ella. Y formaron uno de los triángulos amorosos más controvertidos del Siglo XX.

Pero el episodio de hoy no es una cama tendida para tres. Miller se despide de Anaïs con una carta llena de imágenes vívidas e intimidad de entrecasa. Una carta que parece final, pero que no lo es. Se escribieron durante muchos años. Y lo hicieron después de la ruptura. Amor apasionado. Amor embriagador. Amor desprejuiciado. Un amor que se termina, pero quién nos quita tanta vida. Lee el actor Agustín Rittano.

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¿Qué son las despedidas si no saludos disfrazados de tristeza? Lo mismo que el deseo y el placer de verte mientras te desnudas y te envuelves en las sábanas. Nunca has sido mía. Nunca pude poseerte y amarte. Nunca me amaste o me amaste demasiado o me admiraste como la niña que toma una lente y se pone a ver cómo marchan las hormigas y cómo, en un esfuerzo inacabable y lleno de fatiga, cargan enormes migajas de pan. Qué son aquellas noches lluviosas en medio de la cama de un hotel. Qué el recuerdo de nuestros pasos por la calle, en el teatro o en la sala de conciertos. Qué son los recuerdos de los celos y de tus amantes y de June y de mis amantes.

Anaïs, no creo que nadie haya sido tan feliz como lo fuimos nosotros. No creo que exista en la historia del hombre y de la mujer un hombre y una mujer como tú y como yo, con nuestra historia, nuestras circunstancias; con aquello que se desbordaba en las paredes, el ruido de la calle y la explosión de tu mirada inquieta de ojos delineados en negro; con la sinceridad de tu cuerpo frágil y tu secreto agresivo e insaciable.

El recuerdo puede ser cruel cuando estás volando febrilmente a tu próximo destino, a otros brazos que te reciban expectantes y hambrientos. El recuerdo de tu diario rojo que tirabas en la humedad de la cama entre tus labios entreabiertos y mis ganas de desearte. Te deseo. Te deseo con la desesperación y el anhelo de lo imposible y ya te has ido y tal vez, en un sueño imaginativo y romántico, leerás estas palabras una y otra vez, en medio de mi ciudad con la gente pasando en medio de las calles y la sorpresa en tus ojos y la gran dama con el fuego en la mano derecha.

Mi querida Anaïs, ma petite, ma jolie, infanta inquieta de sal nocturna. Te extraño cuando huyes de madrugada y te extraño cuando camino y me tomo un café en la calle; te extraño cuando June se acerca cariñosa y cuando paso por los grandes aparadores. Te extraño casi a todas horas: cuando escribo, cuando te pienso, cuando escucho las campanas que me anuncian que ya son las tres, cuando me acuerdo de las horas interminables entre humo y whisky, cuando tengo una comida que dura toda la tarde, también cuando me despido de ti cada día a la misma hora, cuando como en aquel lugar donde nos dio el aire y cuando escucho la radio.

Adiós, Anaïs, adiós. Ya nos encontraremos en otras vidas y en otras vidas podré poseerte y quedarme contigo para siempre. Ya te veré en medio de la nieve y entre libros y vino. Adiós, tuyo siempre.

Henry.
0:06:55
Penerbit
Epistolar
Tahun publikasi
2020
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