La inteligencia de las flores

las horas transcurren, que son los años de la flor, y el estallido de su belleza se va empañando, los pétalos caen y el orgullo de las grandes reinas parece curvarse bajo el peso de la vida.

en medio de la felicidad de los días de verano, comienza el drama sin palabras ni desenlace previsible, el drama de la espera impotente, inútil e inmóvil.

La flor exhibe un azul tierno, sencillo como el de la flor más humilde, y unos cabellos sueltos que no son sino hojas enmarañadas, leves y sutiles que rodean la corola de una mata de vaporoso verde

Nigella damascena, cuyos nombres comunes resultan encantadores: arañuela, ajenuz, estrella de mar, farolillo... todos ellos fruto del esfuerzo, feliz y conmovedor, con que la poesía popular ha descrito

Se trata claramente de un amor de ordeno y mando. Esta flor, cuyo dominio del cálculo resulta indudable

Al llegar la hora conyugal, todos obedecen las órdenes de la hembra, que al parecer pasa lista y, uno por uno, los machos impares se acercan y tocan el estigma: el primero, el tercero, el quinto, el noveno, y así hasta acabar con la fila de impares. Luego llega el turno de los pares: el segundo, el cuarto, el sexto, etc

el sistema más original y fantasioso es el de la ruda (Ruta graveolens), una hierba medicinal maloliente de la pandilla de los emenagogos, que suelen tener mala fama.

En los lirios o el tulipán, la esposa, esbelta y elegante, se encarga de recoger y colocar el polen en su sitio.

los esposos nacen, se aman y mueren en la misma corola.

miles de ceremonias nupciales vigentes en nuestros jardines,