El milagro del yoga

Para aproximarse a la Liberación, el yogui aprende a ahorrar, acopiar y reorientar todas sus energías, pues buena falta le harán en la empresa que se propone. El yoga nos enseña a reunificar las energías dispersas. Un modo de vida saludable ayuda, pues cuerpo y mente son instrumentos.

El yoga cuenta con una antigüedad de cinco mil años, es de origen extrabrahmánico, surgido en la India, y es, sobre todo, un impresionante conjunto de técnicas para el dominio y desarrollo armónico del cuerpo, la mente y la psique.

De cualquier modo, el yoga es experiencia y no creencia, y quien imparte el yoga revistiéndolo de dogmatismo o simple religión, confunde a los practicantes y les hace un muy flaco favor.

El yoga no pertenece a ningún culto, aunque encontró su mayor desarrollo dentro del hinduismo. Es un método muy variado y poliédrico, capaz de alcanzar a todos los elementos constitutivos del ser humano. Es un vehículo para la libertad interior y siempre ha puesto el acento en el desapego y el desasimiento. De igual manera, desde tiempos inmemoriales, el yoga ha considerado que la identificación con los procesos psicomentales es una esclavitud y una causa de alienación y de ahí que, a lo largo de su historia, nos haya facilitado métodos para controlar las ideas en la mente e incluso inhibirlas. Así, solo una mente quieta o vacua permite la revelación de lo más íntimo del Sí-mismo, que como un espejo refleja la esencia ontológica de la persona, más allá de ese gran embaucador y falsario que es el ego.

OM TARE TUTARE TURE SOHA».

El mantra predilecto de Muktananda, quien me lo ofreció en su ashram de Ganeshpuri, en Maharashtra, era: «OM NAMAH SHIVAYA», que significa «mi ser interior». Se puede recitar una vez por inhalación y una por exhalación, tratando de interiorizarse al máximo, o también, recitar «OM NAMAH» con la inhalación y «SHIVAYA» con la exhalación, adentrándose tanto como sea posible en uno mismo.

Yogatattva Upanishad: «En efecto, Om libra del mal y destruye los obstáculos en el camino del yoga; por ello, la repetición constante del monosílabo sagrado es una práctica eficaz para el que quiera avanzar en el yoga».

El yogui pretende el establecimiento definitivo en su Sí-mismo y para ello debe perfeccionar al máximo su manas y su buddhi, controlar los órganos sensoriales y motores, neutralizar las latencias del subconsciente y agotar el impulso mecánico de los samskaras para que no perturben el juicio lúcido (buddhi perfeccionado) ni el razonamiento cabal ni las percepciones.

Desde tiempos inmemoriales, el yogui a valorado aprender a estar en silencio y quietud consigo mismo, porque cuando el pensamiento cesa, se revela la luz del ser, y cuando la mente se acalla, la esencia se manifiesta

El verdadero autodominio procura fuerza y no la roba, causa poder interior, pero no lo sustrae, aumentando la capacidad de resistencia interna y enseñando a la persona a situarse por encima de su cuerpo y su mente.