Panza de burro

Yo soñaba con curarle la tristeza a Isora, quería ser su perro y ella mi santa con heridas en las rodillas.

Cuando salimos por la puerta de doña Carmen un gusano me recorrió la garganta. Ese gusano negro me decía que alguna vez yo había envidiado a Isora. Me gustaba el color de su pelo y el de sus brazos. Me gustaba su letra. Hacía unas g con un rabo gigante que no dejaba que se entendiese lo que decía en la línea de abajo. Me gustaban sus ojos y tantas otras cosas. La envidiaba por cómo le hablaba a la gente grande. Era capaz de interrumpir las conversaciones y decir no, Moreiva es hija de Gloria la de la curva, no de la otra Gloria. La envidiaba por sus tetitas redondas y blanditas como una gomita con azuquita blanca, aunque a ella no le gustaban. Y porque tuviese la regla y porque tuviese pelos en el pepe. Isora tenía un monte de pelo negro tieso y picudo, como el cespe falso de las casas rurales. La envidiaba por su tarjeta de juegos para la guenboi, que le pirateó un primo segundo suyo que era informático y vivía en Santa Cruz. La envidiaba porque la tarjeta tenía el juego de Hamtaro y a mí me encantaba el juego de Hamtaro.

La hubiese seguido al baño, a la boca del volcán, me hubiese asomado con ella hasta ver el fuego dormido, hasta sentir el fuego dormido del volcán dentro del cuerpo.

concentré en sentir, pero en mis dedos no había nada. No había latido, como si dentro de su cuerpo no hubiera cora

corazón, solo tripas.
Nos soltamos. Los gritos de Juanita resonaban hasta más allá del cruce.

me mandaba a copiarla en La LiBrEeeTa De LasSsS KaNcIoOoNeS.

nunca sabía decirle adiós a Isora. La miraba como quien se prepara para decir adiós por muchos años.
Pero Isora me acompañab

cuca muy larga como un chorizo perr

Cuando Isora puso el queque sobre la mesa ya yo estaba tragando nudo

no querían a los perros ni un fisquito, les tenían como asco, los trataban como les hubiese gustado tratar a los maridos, que se pasaban el día en el bar de Antonio bebiendo vino y jugando a la baraja