David James Poissant

hermanos que dejaron en el olvido la complicidad y ahora deben purgar ese rencor, amistades que un día son puestas a prueba

Vidas que no están a la altura de las emociones que generan, donde la presencia de un animal recuerda la existencia de lo inesperado, lo lúdico, lo brutal.

Tres años cambian a cualquiera, y ¿quién, a los treinta, puede parecer de veinte?

Trató de encontrar el camino de regreso, pero si creer es una batalla cuesta arriba, volver a creer es una guerra: fuego cruzado de mosquetes y bayonetas sedientos de sangre.

Lo único peor que la lástima ajena es la propia: no podía decirse que fuera un sentimiento profundo, pero muchas veces la verdad tampoco lo era.

Una cosa es comprometer la ética. Otra es comprometer la ética hipotética.

¿Qué pasaría si se exponía, si estudiaba, pintaba, arrojaba el anzuelo y nadie mordía? Y entonces eligió conformarse. Y me eligió a mí.

Dicen que una relación termina cuando una de las personas se va. Tal vez no la primera vez, pero sí bastante antes de la última. Uno interrumpe las peleas dando un portazo, encendiendo el motor del auto o saliendo a dar una vuelta manzana, y a eso uno lo llama “salir a despejarse”. Y aunque todavía no lo sabe, uno se está yendo de algo más que del momento. Uno se está yendo de su matrimonio.

Yo no tomo café instantáneo desde los años ochenta, pero justo la semana pasada compré uno en Starbucks, de la nueva línea Via. Ellos no dicen que es instantáneo, pero lo es.

En aquel entonces yo era una mala persona. Tal vez lo sigo siendo. Ha pasado un año, pero lleva mucho más tiempo que eso. Creo que tal vez llevará una vida redimirse a los ojos de los muertos.