La filosofía manifiesta que la virtud (las virtudes fundamentales son el control de uno mismo, el valor, la justicia y la sabiduría) es la
felicidad, y que la causa de la mayoría de nuestros problemas radica en cómo percibimos las cosas, no en las cosas en sí mismas. El estoicismo nos enseña que no podemos controlar ni depender de nada, salvo de lo que Epicteto denominó «libre albedrío»; es decir, de nuestra capacidad para emplear la razón a la hora de elegir cómo clasificamos, respondemos y nos adaptamos a los sucesos externos.